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Wampis: la nación que volvió a cerrar sus fronteras para contener la covid-19

Hace una semana, los wampis de la región Amazonas prohibieron el paso a su territorio en coordinación con los shuar del Ecuador debido al rebrote de la covid-19 y al ingreso de madereros ilegales a su bosque. Desde entonces, un grupo de ronderos se desvela en el puesto de vigilancia Cahuide.

Vacunación en la nación wampis
Los wampis están asentados en las cuencas del río Santiago y Morona en Amazonas y Loreto, respectivamente.
Ministerio de Salud

Desde el 29 de junio hasta el 29 de julio, nadie podrá ingresar al Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampis (GTANW) por la frontera con Ecuador. No se trata de una medida repentina y unilateral, sino más bien de un acuerdo con los vecinos del otro lado: el Consejo de Gobierno del Pueblo Shuar Arutam (CGPSHA). Alguna vez, antes de la constitución del Perú y Ecuador como estados, no había frontera alguna que bloquear. Todo era un territorio continuo. No por nada los wampis y los shuar forman parte de la misma familia etnolingüística: los jíbaros.

Pero estamos en el 2021, ad portas de la conmemoración de los 200 años de la Independencia, en el segundo año de una pandemia, y se ha producido un rebrote de contagios por el SARS-CoV-2 en el pueblo wampis de la cuenca del río Santiago, en la región Amazonas. Un hecho entre varios otros que los ha llevado a tomar esta decisión temporal que abarca los siguientes acuerdos: la suspensión de toda relación de intercambio comercial, la postergación de compromisos institucionales, y la decisión de no programar ninguna actividad inmediatamente después de que se levante el cierre de la frontera.

La primera reunión entre los líderes de ambas etnias tuvo lugar el 28 y 29 de junio en Tiwintza, en la provincia Morona Santiago, Ecuador, mientras que la segunda se desarrolló el 2 de julio en las oficinas del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP), en el límite territorial entre ambos países. El cierre de frontera no fue la única medida consensuada: se decidió habilitar el pase solo por razones de salud, aunque con salvoconducto. También otorgar un plazo de tres días a los ciudadanos ecuatorianos para retornar a sus territorios. Plazo que, por cierto, terminó este lunes.

No es la primera vez que la nación wampis cierra sus fronteras durante la pandemia. En realidad, los wampis fueron de los primeros pueblos indígenas de la Amazonía peruana en hacerlo a finales de marzo de 2020. La medida fue ejemplar en su momento: hasta los primeros días de mayo, las 85 comunidades de wampis que agrupan a más de 20 mil habitantes en las cuencas de los ríos Santiago (Amazonas) y Morona (Loreto) no registraban ningún infectado. Un caso insólito si tomamos en cuenta cómo avanzó el nuevo coronavirus en el resto del país.

Asamblea de Wampis
A través de una asamblea, los wampis abrieron la posibilidad de que cada miembro de su comunidad decida voluntariamente si desea vacunarse o no.
Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampis.

El actual pamuk de los wampis (su máxima autoridad), Teófilo Kukush, señala que 23 wampis han fallecido a causa del covid-19 durante la segunda ola. No es una cifra oficial de la Dirección Regional de Salud (Diresa) de Amazonas, sino un conteo en la medida de sus posibilidades. La cifra podría ser más alta. Y por eso la preocupación es grande. “El virus se ha acumulado en nuestro cuerpo, y en la segunda ola se ha hecho más fuerte. Tenemos que cuidarnos”, indica Kukush por teléfono, desde la comunidad nativa de Soledad.

La otra razón para clausurar la frontera es el paso continuo de ciudadanos ecuatorianos en territorio wampis. Kukush dice que se debe, en gran medida, a la tala y comercio ilegal de madera. Desde el año pasado, cuando él todavía no había sido electo, las autoridades wampis se reunieron con el alcalde provincial de Condorcanqui, pero no hubo acciones contundentes contra este problema. Cada palo de balsa o topa, como también se le conoce, es comprado por los madereros ilegales a un dólar. Se calcula que, en los últimos dos años, se ha comercializado un millón y medio de pies de madera. “Hay necesidad, y se entiende. Pero no por eso vas a ir en contra de tu casa, que es el bosque”, explica. Estos madereros ilegales cuyo ingreso no es controlado por el Estado supone un riesgo potencial de covid-19.

Teófilo Kukush, pamuk de la Nación Wampis
Teófilo Kukush fue elegido en marzo pasado como el nuevo pamuk de la Nación Wampis.
Evaristo Pujupat.

Mientras ese comercio ilícito se siga produciendo, los ciudadanos wampis estarán más expuestos al coronavirus. De ahí que el pamuk Teófilo Kukush haya impulsado la implementación de la Dirección de Vigilancia y Seguridad Territorial a cargo de un grupo de ronderos de la comunidad nativa de Onanga. Una unidad móvil y alimentación no perecible sostiene a una decena de ronderos que trabajan por turnos en el puesto de vigilancia Cahuide desde la semana pasada. Kukush ha sufrido en carne propia la letalidad del virus: ha perdido a un tío y a su cuñado. Contener la fatalidad es la consigna del pamuk.

Mario Sukanka lleva 25 años trabajando como técnico en enfermería en el puesto de salud de Soledad, una comunidad nativa de 2,800 habitantes del distrito del Río Santiago, en la provincia de Condorcanqui. Desde hace unos meses, sus pacientes con síntomas de covid-19 han aumentado: recibe entre quince y veinte por día. Pero Sukanka se siente desarmado: no puede hacerles más que un tamizaje, un chequeo de rutina, pues no cuenta con pruebas moleculares ni de antígenos para descartar la covid-19. La última vez que el Ministerio de Salud le envió un lote de tests fue en mayo de 2020.

Fiebre, dolor de cabeza, escalofríos, diarrea, pérdida del olfato y del gusto, malestar general. Los síntomas son varios, y su puesto de salud no está lo suficientemente abastecido para atender la demanda. La Red de Salud de Condorcanqui les envía medicamentos una vez cada cuatro meses. Pero no en la proporción requerida. “Nunca alcanza. Pero, además, medicamentos para bajar la fiebre o reducir el dolor no tenemos”, afirma Sukanka.

Este técnico en enfermería, de 50 años, es consciente de que las dificultades no comienzan en los anaqueles de su establecimiento. Y que la pandemia no es la única amenaza a la salud de la población. “Desde hace años contamos con muchos casos de parasitosis, anemia y tifoidea. Todo se agrava porque no hay cómo brindar una buena atención”, dice.

Un reporte de CooperAcción publicado en mayo pasado da mayores luces. Con el aporte de los promotores de salud Chávez Wajuyat Shimbucat, del pueblo awajún, y Chuim Santiago Velásquez, de la nación wampis, se pudo recolectar información de las condiciones sanitarias de 63 comunidades awajún y wampis en los distritos de El Cenepa y Río Santiago, en la región Amazonas, y Morona, en Loreto. Es preciso recordar que, en mayo de 1977, ambos pueblos constituyeron el Consejo Aguaruna y Huambisa (CAH), en aras de una mayor representación política y de la defensa conjunta de sus territorios.

De acuerdo con el informe de CooperAcción, el 59,6% de los 451 encuestados (269) accede al agua a través de pozos mientras que el 19,7% (89) lo hace mediante una red pública. De ese total, solo el 84% trata el agua para su consumo. En ese contexto, 419 personas admitieron que el lavado de manos es su principal medida de protección contra el covid-19. Además, apenas el 52% afirmó contar con servicios de saneamiento. Al respecto, el geógrafo Luis Díaz Borja, coordinador de la investigación, dice: “Los protocolos sanitarios enseñan que el lavado de manos es fundamental. El problema es que en el caso de estas comunidades el agua no es potabilizada”.

La encuesta, cuyo trabajo de campo se realizó entre el 2 de diciembre de 2020 y el 25 de enero de 2021, arroja que 251 personas padecen de anemia, 164 de parasitosis, y 51 de tifoidea. Comorbilidades que revelan el estado de ambos pueblos más allá del virus. Y si del virus se trata, el 84% de los encuestados dijo haber tenido síntomas de covid-19: fiebre (298), tos seca (279), dolor de garganta (274), dolor de cabeza (255), pérdida de olfato y gusto (184), diarrea (87), entre otros. Sin embargo, solo el 20% se hizo una prueba rápida. Test que, como se sabe, no es tan exacto como una prueba molecular.

Por si fuera poco, el 44% considera que se ha contagiado de covid-19 por lo menos una vez; el 23%, por lo menos dos veces; el 19% piensa que tres veces o incluso más. Asimismo, el 14% de personas entrevistadas no sabía si realmente se había contagiado en más de una ocasión. Por eso cuando Chuim Santiago Velásquez visitaba las comunidades, no faltaba quien le preguntara si tenía pruebas de descarte, pensando que se trataba de personal de la Diresa Amazonas.

Tala ilegal en Nación Wampis
Los wampis han cerrado la frontera por la presencia continua de madereros ilegales provenientes de Ecuador que ofrecen un dólar por cada palo de balsa.
Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampis.

Otro asunto importante es el tipo de atención que recibieron las comunidades para tratar sus sospechas de covid-19. “La gran mayoría, el 58%, recibió atención en el sistema comunal de salud. El 3% respondió que recibió atención médica en postas o centros de salud, y el 1%, en hospitales. El 38% no recibió ningún tipo de atención”, indica el informe.

Sea por la confianza en sus plantas medicinales y métodos ancestrales de sanación, sea por la distancia hacia los establecimientos de salud o, simplemente, por la ausencia del Estado, los wampis y los awajún prácticamente no han recibido atención alguna en los hospitales, ubicados en las ciudades. Estos pueblos necesitan fortalecer su atención en salud y factores condicionantes como el acceso al agua potable. Un camino es la articulación del sistema comunal. “El Estado debería valorar la existencia de toda una red de promotores de salud que han sido formados en los programas estatales o por la cooperación internacional y potenciarlos con reconocimiento y respaldo institucional. Asimismo, debe fortalecer la acción preventiva y de intervención temprana”, concluye el reporte promovido por CooperAcción.

El 12 de junio, tres días después de recibir la primera dosis de AstraZeneca, Wrayz Pérez se paró frente a decenas de hermanos wampis, en la comunidad de Soledad, a orillas de la cuenca del río Santiago, como un testimonio de vida. Con una corona de plumas, símbolo de su período como máxima autoridad del Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampis (GTANW) hasta el pasado mes de abril, Wrayz Pérez se señaló uno de sus hombros que ofreció en sacrificio.

A pesar de que, en un inicio, sus dudas sobre la vacuna eran mayores que sus certezas, a sus 60 años Pérez sintió que tenía un deber con su gente. Y como tal, debía ser el primero en dar un paso hacia adelante. “Les dije: ‘si no me pasa nada significa que ustedes pueden vacunarse sin ningún problema. Seré un conejillo de indias’”, me cuenta tres semanas después del incidente.

Si bien Wrayz Pérez tuvo la iniciativa de inmunizarse contra la covid-19 antes de que iniciara el proceso de vacunación en los pueblos indígenas de Amazonas —se acogió al cronograma por edad: por eso recibió AstraZeneca y no Sinopharm—, se trató a su vez de un acuerdo entre los altos mandos de la nación wampis en una asamblea que se produjo el 20 y 21 de mayo en el distrito Morona, en Loreto. Allí se determinó que no obligarían a su pueblo a vacunarse. Pero que harían todo lo que estuviera a su alcance para persuadirlo de que las vacunas no matan, sino más bien protegen y salvan vidas. Ahí entró a tallar Wrayz Pérez, quien goza de la aprobación popular. Pérez ha sido regidor del distrito del Río Santiago, secretario regional de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep), consejero regional por la provincia de Condorcanqui y, por si fuera poco, el primer pamuk desde que los wampis se constituyeron como un Gobierno Territorial Autónomo.

“Esta pandemia se debe a la indignación de la naturaleza. Los hombres le hemos faltado el respeto. Como no preservamos el legado de nuestros antepasados y, en lugar de preocuparnos de que nuestras tierras den fruto, solo les sacamos petróleo y oro, en algún momento teníamos que recibir una sanción”, sentencia Wrayz Pérez, hijo de una wampis y un ikitu, pueblo indígena que le dio nombre a la capital de Loreto, Iquitos.

Pérez fue inmunizado el 9 de junio, en una caseta instalada en la plazuela de Santa María de Nieva. El último rincón hasta donde se puede llegar por vía terrestre. De ahí en adelante, todo es por vía fluvial hasta las comunidades de la cuenca del río Santiago. Pérez vive en la comunidad de Chosica. “La mayoría de iglesias evangélicas en territorio wampis se ha opuesto a la vacuna por considerar que es obra del mismo Satanás. Aun así, la mayoría de wampis está optando por vacunarse. En mi caso, yo desconfiaba de la vacuna por el poco tiempo que tuvieron los laboratorios para crearlas. Necesitaba garantías. Como a Sagasti (Francisco) no le pasó nada, fui cambiando de opinión. Y, bueno, hasta ahora la vacuna no me ha causado ningún daño”, dice Wrayz Pérez, quien recibirá su segunda dosis hoy miércoles 7 de junio.

El lanzamiento oficial de la campaña de vacunación en la región Amazonas se produjo el 22 de junio en la comunidad de Nazareth-Chiriaco, provincia de Bagua. Desde entonces la Diresa ha desplegado 50 brigadas para llevar a cabo el proceso. El detalle, como indica María del Rosario Bazán, coordinadora regional de Inmunizaciones de Amazonas, es que no se trata de personal exclusivo para la vacunación, sino de trabajadores de la misma jurisdicción donde se encuentran las comunidades. Cada brigada la integran cinco miembros, entre profesionales y técnicos en enfermería y apoyo logístico.

“El avance del proceso de vacunación en las comunidades, más que depender de la disponibilidad de las vacunas, dependerá de la disponibilidad de los establecimientos de salud. Existe una brecha de recursos humanos”, admite Bazán. Tan es así que hoy, a través de sus redes sociales, la Diresa Amazonas ha solicitado los servicios de 20 enfermeros para conformar nuevas brigadas. Los reclutan bajo la modalidad de contrato de administración de servicios (CAS) por el lapso de dos meses.

Se eligió Sinopharm porque cada frasco contiene dos dosis a diferencia de AstraZeneca que contiene diez dosis. Una vez abierto el frasco, la solución dura alrededor de seis horas. Debido al riesgo potencial de rechazo a la vacuna y a la distancia entre las comunidades, Sinopharm supone un menor riesgo de pérdida de dosis. Bazán se ha planteado lograr una cobertura de vacunación del 80% de la población nativa en Amazonas. Una meta que tardará por lo menos un par de meses.

Si bien el grueso de comunidades wampis no cuenta con electricidad ni señal de telefonía e Internet, el Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampis (GTANW) está preparando una campaña informativa sobre las bondades de la vacuna mediante afiches y spots radiales, con el apoyo de CooperAcción y de traductores como Evaristo Pujupat, comunicador de la nación wampis. En uno de los spots aparecerá el testimonio de Teófilo Kukush, el actual pamuk, y en otro Wrayz Pérez, expamuk de 2015 a 2021.

En tanto, aún quedan tres semanas para que la frontera de la nación wampis que colinda con el Ecuador permanezca cerrada. Una medida efectiva que en la primera ola ya les ayudó a mantener al virus alejado durante algún tiempo. El proceso de vacunación debe seguir su curso. Y los líderes deben continuar dando el ejemplo.

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