Opinión

Parece que sí, pero… la pandemia aún no termina

Han pasado dos años desde que se detectó el primer caso de la covid-19 en el Perú y el cumplimiento de algunas medidas impuestas por el gobierno se ha ido relajando, como la presentación del carnet de vacunación para ingresar a espacios cerrados. ¿Por qué actuamos así si la pandemia sigue?

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Foto: La Emolientería.

Al ritmo del rapero puertorriqueño Tego Calderón, cerca de doscientas personas bailan en el interior del restobar Son de Cuba el mismo día en que se cumplen dos años de haberse confirmado el primer caso de la covid-19 en el Perú. “Esto es para ustedes, pa’ que se lo gocen, pa’ que se lo gocen, pa’ que se lo rocen”, coreaban casi todos los asistentes —entre un mar de sonrisas, bullicio y bebidas en mano— mientras mis amigos y yo evitamos chocar con ellos en la casi imposible búsqueda de un espacio donde pararnos. La madrugada del 6 de marzo, el ingreso a este local, ubicado en la renovada Calle de las Pizzas del distrito limeño de Miraflores, fue sencillo pues no tuvimos que mostrar nuestros documentos de identidad ni mucho menos acreditar estar vacunados contra el virus del SARS-CoV-2, que hasta ahora ha causado la muerte de más de 200 mil personas en nuestro país.

Tengo que admitir que apenas soporté estar diez minutos en aquel lugar. El ambiente, tal vez, no me hubiera resultado extraño y peligroso si la pandemia fuera una pesadilla de la que ya hubiésemos despertado y si no fuera obligatorio mostrar el carnet de vacunación para ingresar a lugares cerrados como este; si no se nos exigiera usar mascarilla en todo momento —salvo al ingerir alimentos— y mantener el distanciamiento social. En esos diez minutos, en los que sentí más temor que satisfacción, ninguno de estos tres requisitos se cumplían. Pero este no es un caso aislado: conforme ha avanzado la pandemia, las medidas impuestas por el gobierno en la lucha contra la covid-19 se han relajado tanto por quienes tienen que supervisar eficazmente su cumplimiento como por quienes asistimos a espacios concurridos. Las razones son diversas, y podrían resultar hasta personales. Este texto no pretende juzgar o justificar la desobediencia de las leyes, sino comprender las razones de nuestro comportamiento.

Para Jorge Luis Lossio, un historiador que ha escrito sobre pandemias y salud pública, un sector amplio de la población ha dado por finalizada la pandemia; a pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló recientemente que sigue siendo una amenaza global con riesgo de rebrotes y el surgimiento de nuevas variantes, salvo que se logre una alta tasa de vacunación en todos los países. El investigador tiene razón: basta con ver las fotos de nuestros amigos, subirse a un bus, ir de compras o trabajar presencialmente para comprobar lo que comenta. ¿Por qué actuamos muchas veces como si no existiera? Lossio atribuye esta conducta al “agotamiento” que han generado en nosotros “las medidas iniciales sumamente estrictas, como una cuarentena de más de cien días”.

A ello se le puede sumar el deseo que tenemos de volver a reconstruir nuestras vidas, explica el antropólogo César Nureña. Anhelamos que la pandemia termine lo más pronto posible para dejar atrás la incertidumbre, el sufrimiento y el miedo que nos ha generado, principalmente cuando no existían vacunas y miles de personas fallecieron por esta enfermedad.

La escena del restobar Son de Cuba parece ahora nuestra 'nueva normalidad'. En ninguno de los restaurantes a lo largo de cinco cuadras del barrio en el que vivo y en el mercado Ciudad de Dios, en San Juan de Miraflores, me piden el carnet de vacunación para entrar. En el Open Plaza Atocongo y en el Mall del Sur al menos lo miran superficialmente y, si no hay aglomeración en la entrada, también debo mostrar el documento de identidad para probar que no estoy usurpando a alguien. Es una mera formalidad: jamás han verificado mis datos en la plataforma oficial de vacunación. Durante una visita a Piura durante diciembre, el mismo mes en que se hizo obligatorio presentar el carnet de vacunación, mi experiencia fue la misma: de los diez lugares cerrados que visité, solamente en dos me lo exigieron.

A pesar de ello, el gobierno insiste en esta estrategia para lograr que más personas acudan a los vacunatorios, ya que meses atrás contribuyó a incrementar las cifras de vacunados. Muchos de los que no se habían inmunizado, entre ellos familiares y amigos míos, terminaron haciéndolo para ingresar a los centros comerciales, por temor de perder sus empleos o para realizar trámites en entidades públicas. Desde abril será obligatorio que los adultos de cualquier edad presentemos este “pase” con las tres dosis de vacuna. Tomando eso en cuenta, sería prudente una verdadera verificación del papel que se muestra al ingreso para impedir que los antivacunas covid-19 “le saquen la vuelta a la norma” con carnets falsos o incluso con certificados de exención. De acuerdo a datos oficiales de salud, solo el 48% de la población a partir de los 18 años ha recibido la dosis de refuerzo y ello se debe, según el ministro de Salud, Hernán Condori, a la “falsa sensación de seguridad” que existe.

“Como ya no hay muchos casos de fallecidos, no se ven en las calles bolsas negras de cadáveres, la gente no toma conciencia de que la enfermedad no ha desaparecido”: fue uno de los argumentos que el ministro cuestionado por promover la pseudociencia brindó para justificar la poca afluencia en los puntos de vacunación. Días antes, dijo que no hay descenso en la vacunación, a pesar de que las cifras oficiales mostraban lo contrario: en marzo hubo una reducción del 50%, comparado con enero y febrero, del promedio diario de dosis de refuerzo aplicadas a los adultos. Condori también aseguró que como ministro se encarga de conseguir las vacunas y pagarle al personal, como intentando responsabilizar solamente a la ciudadanía por no ir a inmunizarse. Alguien debería decirle al máximo representante del sector Salud que también es obligación de las instituciones insistir con la vacunación, yendo casa por casa o abordándonos con mensajes, diferenciados por regiones y canales de comunicación, que nos enseñen o recuerden la importancia de las vacunas.

La directora de Inmunizaciones del Ministerio de Salud, María Elena Martínez, ha dicho que se ha replanteado la estrategia de vacunación. Ahora se proyecta llegar a universidades, mercados, losas deportivas, domicilios… y, en el caso de los menores de edad, se propone una campaña de persuasión a los padres de familia con apoyo de docentes, municipalidades y agentes comunitarios. Los resultados se verán en las próximas semanas y, mientras ello ocurre, la presentación del carnet de vacunación seguirá siendo obligatoria. Al mismo tiempo, continuarán manifestándose los grupos que están a favor de esta medida, pensando en los beneficios a la salud pública, y también los que están en contra.

Un conjunto de parlamentarios liderados por Alejandro Cavero, del partido político Avanza País, por ejemplo, ha solicitado al presidente del Consejo de Ministros, Anibal Torres, —además de dejar de usar mascarillas en lugares abiertos— eliminar la obligatoriedad de este “pase” para entrar a instituciones y establecimientos comerciales en el contexto del levantamiento de una serie de restricciones, el reinicio de clases escolares presenciales y la reactivación económica. Sin embargo, una publicación en su cuenta de Twitter revela un dato interesante: Cavero sostiene que con esta medida se restringen las libertades ciudadanas. Este discurso de vulnerar la libertad, o la existencia de una dictadura sanitaria, no es nuevo y ha sido usado por grupos antivacunas covid-19 para tratar de sabotear el proceso de vacunación, predicando el temor y la desinformación. Al parecer, no les importa que sus “libertades personales” finalmente ponen en riesgo a muchas más personas y a todo un sistema de salud.

En este punto resulta importante diferenciar por lo menos a dos sectores de la población. Por un lado se encuentran los movimientos antivacunas —mencionados líneas arriba— que han promovido el uso de estrategias legales para eliminar la presentación del carnet de vacunación y otras disposiciones del gobierno. Por otro lado están quienes han cumplido las normas, pero a estas alturas de la pandemia han terminado relajando las medidas producto del hartazgo y del deseo de volver a la normalidad, sumado a la seguridad que han adquirido por tener una, dos o tres dosis de vacunas.

Independientemente de si se elimine o no esta medida, que personalmente considero que debería mantenerse hasta tener cifras más altas de vacunación, es necesario no bajar la guardia y seguir con cautela: tener nuestro esquema de vacunación completo —a menos que por cuestiones médicas no podamos hacerlo—, seguir con el constante lavado de manos, optar por lugares espaciosos y ventilados, usar mascarillas en lugares cerrados y evitar ingresar a espacios donde el carnet de vacunación cae en saco roto…; tal vez hasta que alcancemos la tan anhelada inmunidad de rebaño o hasta que, según la experiencia a nivel mundial, se opten por otras disposiciones. Mientras tanto no debemos olvidar que la pandemia aún no termina, un mensaje que debería ser reiterado por el gobierno peruano.

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